Vocacional asesino literario,
nació bajo el signo del Crimen: a la misma hora en que vino al mundo, dos
rateros atracaban una licorería de la Quinta Avenida a punta de pistola de
juguete. Aprendió las primeras letras leyendo en El Caso famosos crímenes como el de los marqueses de Urquijo o el
de Los Galindos. Luego acompañó a Sherlock Holmes por las nebulosas calles
londinenses, saboreó chocolate belga con Poirot, tomó té con Jane Marple, llevó
el paraguas del padre Brown, comió en la trattoria
San Calogero con Salvo Montalbano… y, tras un largo y duro aprendizaje, un día
decidió perpetrar sus propios crímenes de ficción.
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